Oscar Bocos me envía esta historia - leyenda recogida y escrita por él años atrás. Era muy común escuchar este tipo de narraciones durante las noches de verano, cuando íbamos y veníamos andando de las fiestas de los pueblos de alrededor.
La verdad de esta historia y de otras muchas más permanecerá oculta para siempre en los parajes que rodean a Ruerrero.
2 de octubre de 1984
LEYENDA DEL
HOMBRE-CABRA
Hace
muchos años vivó un leñador en Ruijas, un pequeño pueblo al sur de Cantabria.
Trabajaba afanosamente para sacar adelante a su esposa y a sus cuatro hijos.
Pero todo cambió la feliz vida de este humilde montañés cuando, una noche, al
filo de las doce, tuvo que adentrarse en el bosque para recoger unas
herramientas que había olvidado en la jornada anterior. El monte, en esa noche
de otoño, aparecía oscuro y tenebroso, lo suficiente para que la imaginación
corriese por la mente del leñador en busca de terroríficas escenas.
Sus pasos lentos y pensados
provocaban crujidos secos y ahogados en la superficie, que él intentaba evitar
a toda costa. De pronto, se dio cuenta de que no había seguido el camino
acostumbrado, sin duda debido a la escasa claridad de esa noche, y se alejaba
de su ruta. Comenzó a andar y andar sin poder encontrarla y, por fin, agotado
por la caminata, se recostó sobre un roble para reposar un rato.
Pero, aunque sus ojos
permaneciesen cerrados, los oídos trabajaban al máximo para detectar el ruido
más insignificante que allí se produjese. Cuando se levantó, observó el paisaje
y emprendió de nuevo la marcha, pero no tardó en oír cómo algo detrás de él le
venía pisando los talones. Pensó en algún animal perdido y no le dio
importancia. Pero los pasos sonaban cada vez más cerca, hasta que decidió detenerse
e intentar averiguar qué le seguía incansablemente. Retrocedió, pero no pudo
hallar nada extraño. Nada más proseguir su camino, volvió a oír los pasos que
ya le estaban enloqueciendo. Así, no tardó en divisar entre unos matorrales dos
luces grises que brillaban en la oscuridad. No supo qué hacer y, presa del
pánico, echó a correr sin dirección fija, hasta que se precipitó por un
barranco de gran pendiente.
Perdió el conocimiento y, cuando
despertó, se vio rodeado por más de treinta cabras que le observaban atónitas.
Sus ojos brillantes le hicieron recordar la causa de su huida. El barranco era
inaccesible para trepar por él, causa ésta que impidió al leñador volver a su
pueblo. Allí le dieron por muerto unos días después al no conseguir encontrarlo
por los alrededores. Pasó el tiempo y convivió con las cabras el número
suficiente de años para que su cabeza se estirase cubierta de pelos, con
cuernos enanos, como si de una cabra se tratase. Sus pies eran ahora pequeños y
su cuerpo de un gris claro, como sus compañeras, sólo cubierto
por una chaqueta negra y roída. De su barbilla había brotado una mata de pelos:
había en el bosque una nueva especie, el hombre-cabra.
Y así, como
cuenta la leyenda, en las noches oscuras, se le puede oír caminar lentamente
por el bosque junto a la curva después de pasar Ruijas hacia Polientes, en
busca de alimentos para sus compañeras y provocando el terror y la inquietud de
cuantos pasan a pie por esa carretera a esas horas de la noche.